03 junio 2007

Comprarse coche o la lucha mental

Me quiero cambiar el coche y no sé cuál comprar. Llevaba mucho tiempo desconectado del mercado, así que lo primero que hice fue comenzar a fijarme en coches que veía por la calle. Hice una primera criba quedándome con aquelllos cuyo aspecto me gustaba más. Recopilé información técnica y precio de los cinco supervivientes.
Aquí llegó el primer problema: el más barato no era precisamente el que más bonito me parecía a pesar del cariño con que me lo miré durante bastantes días. No. Intento ser racional y me digo a mi mismo que a fin de cuentas cualquiera de esos cinco coches cumpliría de sobra su papel puesto que sus características no varían mucho, pero no consigo convencerme de ello y a estas alturas creo que puedo dar ya por descartado el modelo más barato. De hecho, el problema es más grave que eso: comienzo a sentir una irremediable atracción hacia el más caro de los cinco. No me lo explico, ha sucedido casi de repente, ahora cada vez que veo uno por la calle me quedo embobado. Sin duda es el más chulo. Me gusta tanto que el otro día fui a probarlo al concesionario.

Surgió aquí el segundo problema: estaba ya casi tan enamorado del coche que, especialmente el día antes, tuve que hacer trabajo mental repitiéndome que ese coche no tiene por qué ser perfecto, que debo probar los otros también, pero sobre todo me repetía que el comercial no debía darse cuenta de lo coladito que estaba por el coche.
Creo que lo hice aceptablemente. Eso piensa también mi tío que me acompañó a probarlo.
Puede parecer una tontería, pero cuando te bajas del coche, convencido de sus bondades, y el comercial hábilmente te dice: "Bueno, ¡te ha gustado, eh! Sólo falta que tasemos tu antiguo coche y preparemos los papeles de la transacción" resulta muy difícil reaccionar con frialdad y contestar: "¡Uy, no corras tanto, que aun hay muchas cosas para mirar, la competencia está muy fuerte"
Me mantuve alerta durante todo el rato. Luchando contra mi subconsciente y también contra el comercial. Obviamente es un combate psicológico donde cada uno buscar averiguar cuánto interés tiene la otra parte en el trato, dando por supuesto que aparentar cierta indiferencia repercutirá en el precio final.
Es curioso el uso del lenguaje cómo puede servir de herramienta. El comercial no empleaba condicionales, nada de "tasaríamos tu vehiculo en el caso de que estuvieses interesado" Incluso llegaba a utilizar imperativos: "Hazme caso, cóge el de 5 puertas"
Por cierto, otro día comentaré más cosas sobre los 'juegos mentales' a los que jugamos las personas. Entre tanto, creo que tanto el comercial como yo reposamos y velamos armas de cara al próximo encuentro.

Ah, el coche de la foto no es el objeto de disputa, ¡qué más quisiera yo!

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